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Foto del escritorGraciela Vidal

Voces de África: una experiencia solidaria en Mozambique


Karingana ua karingana* ou “era uma vez” - em língua ronga - uma mulher que viajou a Moçambique para ajudar pessoas portadoras de VIH. Nesta entrevista, Brenda Dalton nos conta como foi sua experiência e o encontro com a cultura e os costumes deste país, ex-colônia portuguesa e atual membro da CPLP.


(Entrevista em espanhol)


*Karingana ua karingana es el título de la segunda obra del escritor mozambiqueño José Craveirinha, considerado uno de los más importantes poetas de Mozambique, y quiere decir “Érase una vez” en lengua ronga, una de las originarias de Mozambique.

 

Voces de África: una experiencia solidaria en Mozambique

Graciela Vidal



Brenda, en primer lugar quiero agradecerte por el tiempo dedicado para compartir esta maravillosa experiencia de amor y solidaridad en Mozambique.


Nos gustaría conocerte y saber sobre tu vida en la actualidad.


Mi nombre es Brenda Cecilia Dalton, tengo 43 años y soy argentina. Estoy casada desde hace 10 años con Ramiro y tenemos la dicha de compartir nuestra vida con nuestras dos hijas: Renata de 9 años y Sofía de 5. Soy enfermera desde hace 20 años y me desempeño en la terapia neonatal del Hospital Italiano de Buenos Aires.



¿Cuándo viajaste a Mozambique y por qué motivos? ¿Cuánto tiempo estuviste?


Viajé a Mozambique para trabajar en el programa DREAM que lleva adelante la Comunidad de San Egidio, de la cual formo parte desde que tenía 16 años. La Comunidad de San Egidio es una Asociación Civil de laicos de la Iglesia Católica. Tuve la dicha de visitar ese querido país en 3 oportunidades durante 3 años consecutivos (2002 a 2004), permaneciendo un mes en cada viaje. El programa DREAM ("Drug Resources Enhancement against Aids and Malnutrition") nació en 2002 para luchar contra el SIDA en el continente africano. Es una manera de hacer posible y accesible, no sólo la terapia antirretroviral, sino también todo el conjunto de medidas y factores para que fuera eficaz: educación en salud, complemento nutricional, diagnostico avanzado, formación del personal local y lucha contra la malaria, la tuberculosis, las infecciones oportunistas y sobre todo la malnutrición. Un punto clave en la eficacia de DREAM es que se trata de un programa que se basa en valores espirituales y humanos: tiene un alma. Su perspectiva está íntimamente ligada a la de la Comunidad de San Egidio: trabajar por un nuevo mundo, sintiendo la responsabilidad de construir con audacia y paciencia nuevos caminos que sean una respuesta concreta y factible a un problema enorme como era el del SIDA en África.



¿Dónde te estableciste? ¿Cómo era ese lugar y qué tareas desempeñabas?


Todos los años me establecí en Maputo, la capital del país. Una ciudad muy hermosa, que conserva en su arquitectura los resabios de la dominación colonial portuguesa. En ella conviven cristianos, musulmanes y creyentes de diversas sectas. Una ciudad que desde hace más de 20 años vive en paz, luego de que San Egidio lograra que la RENAMO (Resistencia Nacional Mozambiqueña) y el FRELIMO (partido político en el poder) firmaran el acuerdo de paz que pondría fin a 20 años de lucha fraticida.


La Comunidad de Sant’Egidio cuenta con una casa donde vivíamos todos los voluntarios extranjeros del sector salud (médicos, enfermeros, farmacéuticos, etc.) durante nuestra estadía. La casa quedaba ubicada en un barrio céntrico de la ciudad de Maputo. Nuestra tarea la llevábamos a cabo en un centro de salud cercano al Hospital Público de Machava, una localidad en la periferia de la capital. Un lugar con mucha pobreza, casas muy precarias,donde la gente no contaba con los servicios esenciales (luz, gas, agua potable, etc.). Incluso el Hospital era un lugar muy precario, con infraestructuras obsoletas. Muchos pacientes no tenían camas y dormían sobre frazadas en el piso, los sanitarios estaban en condiciones deplorables. Al iniciar el proyecto DREAM la Comunidad de Sant’Egidio, recicló un edificio ubicado en el predio del Hospital y lo equipó con todo lo necesario para poder realizar la detección, tratamiento y control de la población HIV (+). Los voluntarios extranjeros pertenecientes a distintas Comunidades de Sant’Egidio de todo el mundo (Italia, Argentina, Bélgica, Alemania, El Salvador, México, etc.) trabajábamos a la par con personal local (enfermeros, médicos, extraccionistas de laboratorio, bioquímicos) a la vez que se los capacitaba en el uso de las diversas tecnologías utilizadas para la detección, control y tratamiento de la inmunodeficiencia por HIV.


Una vez por semana concurría a una localidad de las afueras de Maputo llamada Matola. Allí funciona una maternidad muy grande. En el consultorio de obstetricia, atendido por una enfermera, les ofrecíamos a las mujeres embarazadas la posibilidad de realizarse el test y, en caso de ser positivas, que ellas y sus bebés cuando nacieran pudieran acceder al tratamiento. La gran mayoría aceptaba luego de explicarles los riesgos que corrían ellas y sus futuros hijos si tenían HIV y no recibían tratamiento. Una vez incorporadas al programa las madres recibían complementos nutricionales (el tratamiento antirretroviral es más efectivo si se cuenta con un buen estado nutricional) basados en las pautas de alimentación autóctonas (arroz, frijoles, maní, leche, aceite). También recibían un filtro para purificar el agua. Durante el parto recibían el tratamiento antirretroviral y una vez nacido el bebé, él también lo recibía. Se les brindaban los biberones y la leche de fórmula para alimentar a los pequeños (la lactancia está contraindicada en madres seropositivas), así como un mosquitero para proteger al bebé de la malaria.




¿Cómo se trasladaban?


En el Programa contamos con vehículos todo terreno para poder acceder a las zonas rurales de las afueras de la ciudad. Utilizábamos ese medio de transporte a diario para ir a los centros de salud donde trabajábamos o a las casas de los pacientes. Otra manera de trasladarme a sitios cercanos era a pie. Cuando nos veían a más de una mujer en la camioneta, los niños de los suburbios nos miraban sonrientes y gritaban: - Irmããs, irmããs!! (monjas, hermanas) porque son ellas las que se acercan más frecuentemente a las zonas alejadas de los centros urbanos.



¿Podrías describir algunos aspectos de la cultura o costumbres del lugar? ¿Alguno en particular llamó tu atención?


En Mozambique las mujeres se ocupan preferentemente de la casa y los hijos. Son el sostén de la vida familiar. Realizan sus labores en la casa o en otras casas (costura, limpieza). Algunas mujeres también se dedican a la venta de productos alimenticios en puestos en las calles. Los niños pequeños siempre están con su mamá, ya sea en la casa o en los puestos de venta callejeros. Las mujeres los llevan sujetos a su espalda envueltos en una tela anudada en su pecho. Las mujeres jóvenes usan peinados muy bonitos, mientras que las ancianas llevan la cabeza cubierta con un pañuelo. La venta de artesanías en las calles es algo muy pintoresco. Se venden batiks, esculturas en madera, ¡e incluso hechas con cascaras secas de bananas!Es común el regateo entre vendedores y compradores.


Algo que me impresionó mucho fueron los nombres que algunos padres les ponen a sus hijos. Conocí varios niños que se llamaban "Miseria", "Castigo", haciendo referencia a lo que significaba la llegada de esos niños a este mundo. Se comprende esta costumbre viendo la realidad de pobreza y justamente miseria que sufren tantos mozambiqueños.



¿Cómo fue el encuentro con su idioma? ¿Sabías portugués antes de viajar?¿Algo llamó tu atención en cuanto a su forma de expresarse?


El encuentro con el idioma portugués fue muy interesante. En Mozambique los que hablan portugués son los adultos de mediana edad, los jóvenes y los niños, es decir los que han ido a la escuela. El resto de la población habla los distintos dialectos regionales, por lo que en varias oportunidades necesitábamos la ayuda de traductores nativos para hacernos entender. Antes de mi primer viaje, en mayo del 2002, asistí a algunas clases en Casa do Brasil.Creo que a pesar de no haber sido muchas, me fueron muy útiles. Llegué a Mozambique con un vocabulario básico y nociones básicas de fonética portuguesa, las cuales recuerdo hoy día a pesar de no ejercitar demasiado el idioma. No encontré diferencias notorias entre lo que me habían enseñado y la pronunciación mozambiqueña. No hace falta aclarar que día a día incorporaba a mi vocabulario infinidad de términos y modismos locales.


Por otro lado entre los voluntarios extranjeros el idioma en común no era el portugués sino el italiano, lo que sumado a que parte del personal africano era del Congo, generaba que nos expresáramos en una suerte de mezcla de lenguas un tanto particular. ¡Lo notable es que a la hora de hacernos entender mutuamente lo terminábamos logrando!




¿Cuál es el balance de la experiencia? ¿Te gustó? ¿Qué sentimientos provocó en vos?


Debo decir que fue una experiencia muy enriquecedora desde todo punto de vista, tanto a nivel humano como profesional. El estar en contacto con una cultura tan diversa de la nuestra y el poder ayudar a tantos sumidos en la enfermedad y en la pobreza, pero también en el abandono y en la desesperanza fue algo que nunca voy a olvidar. Y con respecto a esto les quiero compartir un recuerdo de esos días. Cuando viaje por primera vez, en el 2002, el proyecto DREAM recién iniciaba. El total de pacientes atendidos en el centro de Machava apenas superaba los 50. Durante una visita a las casas de los pacientes, conocí a una joven llamada Honoria. Ella había vuelto de la universidad a la casa materna muy enferma. Poco tiempo después le hicieron el test de HIV y le confirmaron que era seropositiva. Los voluntarios del programa DREAM la iban a visitar para llevarle la medicación y los alimentos necesarios. Sus padres estaban muy avergonzados de ella por su condición de infectada de HIV, era una desgracia para la familia. Cuando la conocí a Honoria ella pesaba menos de 40 kilos, dormía sobre un camastro de mimbre en una habitación de su casa paterna. Tenía una escara enorme en el sacro (porción inferior de la columna) producida por estar acostada mucho tiempo, su deplorable estado nutricional y su debilidad. Fui varias veces a visitarla y nos hicimos amigas. Ella siempre se mostraba agradecida de haber conocido a la Comunidad y de poder seguir el tratamiento. Cuando finalizó mi estadía me despedí de Honoria y le prometí que volvería, no sabía cuándo, pero volvería. Al año siguiente pude regresar a trabajar nuevamente en el proyecto. Al segundo día fuimos a misa con algunos amigos de la Comunidad. En Mozambique la misa se celebra al aire libre, la gente lleva su propia silla, las ofrendas son animales vivos (gallinas, en general), los cantos son celestiales. Al finalizar la misa veo a una muchacha robusta sentada en un banco. La miro de nuevo y creo reconocerla.¡¡¡Es Honoria!!! No salgo de mi sorpresa y me acerco a ella para preguntarle si es ella verdaderamente. Ella me mira, dice ¡¡Brenda!! y se arroja en mis brazos. Un año después de conocerla me encuentro con una Honoria totalmente irreconocible. Su rostro luce dos cachetes rozagantes, camina con un bastón pero con paso firme, su cabello ha crecido y lleva un bonito peinado y su sonrisa blanca brillante me confirma que la esperanza nunca se pierde. Ahora Honoria trabaja para el proyecto dando charlas a las mujeres que asisten al centro para el diagnóstico del HIV. Les habla de corazón, les cuenta sin tapujos su propia historia, las aconseja y les da coraje.



¿Qué podrías comentarnos sobre la comunidad que lleva adelante este proyecto?


La Comunidad de Sant'Egidio es una Asociación Internacional Pública de Laicos de la Iglesia Católica. La primera "obra" de la Comunidad de Sant'Egidio es la oración. A partir del encuentro con la Escritura, puesta en el centro de la vida, nació una propuesta personal y común: es la invitación antigua de Jesús a convertirse en discípulos suyos que él dirige a todas las generaciones. Es la invitación a convertirse y a dejar de vivir solo para uno mismo, y a comenzar, con libertad, a ser instrumentos de un amor más grande para todos, a hombres y mujeres, y sobre todo a los más pobres. Por este motivo, las comunidades en Roma y otras partes de Italia, de Europa y del mundo, se reúnen lo más frecuentemente posible para rezar juntos. En muchas ciudades todas las tardes hay una oración comunitaria abierta a todos. A todos los miembros de la comunidad se les pide también encontrar un espacio significativo en la propia vida para la oración personal y para la lectura de las Escrituras, comenzando desde el Evangelio. La segunda "obra" de la comunidad, su segundo pilar, es la comunicación del Evangelio. Es el Evangelio mismo, es decir, la buena noticia que compartir con los demás, el tesoro precioso, la lámpara que no se puede esconder. El Evangelio no es patrimonio exclusivo, sino que es una responsabilidad más para los miembros de la comunidad, llamados a comunicarlo. La tercera "obra" característica de Sant'Egidio, auténtico pilar y compromiso cotidiano desde los comienzos, es el servicio a los más pobres, vivido como una amistad. Esta amistad ha nacido con tantos pobres: niños de barrios carenciados, minusválidos físicos y psíquicos, personas sin hogar, inmigrantes, enfermos terminales. También se ha llegado a otras situaciones: cárceles, asilos de ancianos, campamentos de gitanos, campos de refugiados. La amistad con los pobres ha conducido a Sant'Egidio a comprender aún más que la guerra es la madre de todas las pobrezas. Y así, el amor a los pobres en muchas situaciones, ha implicado trabajar por la paz, para proteger la vida cuando se ve amenazada, para ayudar a reconstruirla, facilitando el dialogo allí donde no existe. Los medios de este servicio a la paz y a la reconciliación son los medios pobres de la oración, la palabra, la participación en las situaciones difíciles, el encuentro, el diálogo.


Incluso cuando no se puede trabajar por la paz, la comunidad intenta conseguir la solidaridad y la ayuda humanitaria para las poblaciones civiles que sufren a causa de la guerra. Algunos miembros de la comunidad han sido facilitadores o mediadores en conflictos fratricidas que han durado más de diez años, como en Mozambique, o más de treinta, como en Guatemala. La amistad entre las personas de culturas y naciones diferentes es el modo cotidiano con el que se expresa esta fraternidad internacional que es al mismo tiempo apertura al mundo y pertenencia a una única familia de discípulos.


En un mundo que al final del segundo milenio exalta las fronteras y las diferencias nacionales y culturales, incluso hasta hacer de esto un motivo antiguo y nuevo de conflicto, las comunidades de Sant'Egidio testimonian la existencia de un destino común, no solo para los cristianos, sino para todos los hombres.


Hay comunidades más jóvenes y más ancianas. Algunas son más numerosas y están más enraizadas que otras, algunas son más conocidas que otras en el ambiente en el que viven, pero todas se esfuerzan en ser, y verdaderamente representan, una única familia en torno a Jesús.


Aquí en Buenos Aires, la Comunidad lleva adelante diversos servicios de cercanía a los pobres y momentos de oración comunitaria: preparación de comidas para la gente que vive por las calles, escuelas de la Paz (La Boca y Barracas), visitas a ancianos en hogares y geriátricos...



¿Cómo se puede colaborar?


Se puede colaborar con alimentos para preparar las comidas o las meriendas para los niños de las Escuela de la Paz, ropa para niños, adultos y/o ancianos ,donaciones de dinero, etc.



¿Si alguien quiere saber más sobre la comunidad, adonde puede acercarse o conseguir información?


Para acercarse a conocer o colaborar, comunicarse con Brenda Dalton


Teléfono celular: (11) 15-5563-9854


Correos electrónicos: brenda10941@hotmail.com | brenda.dalton@hospitalitaliano.org.ar

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